domingo, 22 de julio de 2007

INNUENDO, PRELUDIO

Suenan lejanos aún, los tambores de la codicia. El marcial compás estremece la piel de la mujer. El viento trae brisas de hambres atrasadas, de anticipados tedeums por la inminencia de su posesión, de interminables guerras consumadas y por venir. Los redoblantes se escuchan nítidos ahora: 1-2-3-4, 1-2-3-4, la guerra empieza. 1-2-3-4, 1-2-3-4, cada golpe retumba en toda la mar, estremeciendo las palmeras, oscureciendo el cielo. Un hedor de injusticias, de egoísmo profundo, de arrogancia que nunca vio ni sintió llega hasta ella en exhalaciones de manos sudorosas, de sífilis oculta tras el cuerpo y el alma. De pronto, el grito de un vigía rompe el gigantesco cristal de su destino: ¡Tierra! ¡Tierra!

Clavando una cruz en sus lomos, la dieron por poseída.